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Maras y Personalidad (página 2)



Partes: 1, 2

La predicada abominación de cuerpo como matriz
del pecado, no puede sino remitirme al "Cantar de los Cantares"
libro ingresado en el canón bíblico efectuado en el
siglo II (d.c) por el Sanedrín de Yabne. Este libro como
muchos otros que fueron exluídos, fue objeto, como ya fue
señalado, de arduas discusiones entre los sabios de
Israel. Al respecto sostuvo Rabí Akiva, uno de los
más ilustres eruditos de la época, que si bien
cabía discutir la santidad del Eclesiastés, no
correspondía hacerlo en relación al "Cantar de los
Cantares. "No hubo en el mundo, solía decir, otro
día tan grandioso como aquel en que fue dado el Cantar de
los Cantares". Si bien su texto fue interpretado como una
alegoría del amor de Dios por Israel, no podemos
prescindir de las palabras ni la belleza de ese poema de amor y
sensualidad : "¡Que me bese con besos de su boca! Mejores
son que el vino tus amores, qué suave el olor de tus
perfumes; tu nombre es aroma penetrante por eso te aman las
doncellas. Llévame en pos de ti:¡Corramos!
Méteme rey mío en tu alcoba, disfrutemos juntos y
gocemos, alabemos tus amores más que el vino. ¡Con
razón eres amado! ¡ La voz de mi amado! Miradlo,
aquí llega saltando por montes, brincando por lomas. Es mi
amado como una gacela, parecido a un cervatillo." ( Cantar de los
Cantares) –

En fin, Pablo, un genio religioso, abrió las
puertas al nacimiento de una nueva religión, el
cristianismo, que si bien conservó los aspectos esenciales
de la ética judía, en su encuentro con la
filosofía griega, comenzó la aventura de la
ortodoxia y fue perdiendo la memoria del sufrimiento concreto del
individuo (memoria passionis) tan intensamente arraigado y
proclamado por el profetismo judía.

El Judeo
Cristianismo

La pequeña comunidad Judeo cristiana de
Jerusalén, la "iglesia de Jerusalén", como es
conocida, se mantuvo fiel a al mensaje de Jesús al tiempo
que mantenía fervorosamente la observancia de la Ley y la
espera de la inmediata llegada del Reino.

Un testimonio vibrante de esa espera es la
epístola de Santiago dirigida a sus hermanos de las doce
tribus en la diáspora en la que reitera el tema de los
pobres y los ricos y la bienaventuranza de los primeros y la
desdicha de los últimos cuando llegue el Juez Supremo. Se
diferencia claramente de Pablo al proclamar "¿De que sirve
hermanos míos que alguien diga que tiene fe? Si no tiene
obras, podrá salvarlo la fe?" Pero lo fundamental en esa
carta de Santiago es resaltar la esperanza de la inmediata
llegada del Señor: "Tened pues paciencia hermanos hasta la
venida del Señor…fortaleced vuestros corazones
porque la venida del Señor está cerca. No os
quejéis hermanos, mirad que el Juez está ya en las
puertas. Tomad hermanos como modelo de sufrimiento y de paciencia
a los profetas que hablaron en nombre del Señor. Mirad
como proclamamos felices a los que sufrieron con paciencia.
Habéis oído la paciencia de Job y sabéis el
final que el Señor le dió. Porque el Señor
es compasivo y misericordioso". (Santiago 5-7).

Toda la literatura cristiana de los dos primeros siglos
tiene la impronta del judeo cristianismo. Dejaron una rica
herencia literaria y epistolar que influiría notablemente
sobre las primeras comunidades cristianas. Sin embargo los
escritos judeo cristianos se hallan contenidos en restos
fragmentarios o transformados en escritos tardíos que
sólo son reconocibles cómo tales por su
estilo.

Las cartas Clementinas son quizá la fuente
más importante para conocer la concepción doctrinal
de los judeo cristianos aparecida en los siglos II y III. La
carta a los corintios de Clemente de Roma es un claro ejemplo de
de esa literatura. Clemente de Roma, a quién consideran
acompañante de Pablo en su misión
evangélica, fue un ebionita que llegó a ser obispo
de Roma (año 96) y como tal el tercer pontífice de
la Iglesia Cristiana (según Eusebio de
Cesárea).

En la misma línea se encuentran los textos del
Pastor de Hermas de mediados del Siglo II, la Didajé,
manual de catequésis de contenido ético que hace
referencia a los dos caminos, doctrina de clara filiación
judía.

Como dice Etienne Gilson, uno de los más ilustres
medievalistas católicos ("La filosofía de la Edad
Media" Editorial Gredos S.A., Madrid 1965) "La visión
cristiana del universo queda fijada en líneas generales
desde el primer cuarto del siglo II. Se la podría llamar
judeo cristiana sin inexactitud porque es la misma que el
cristianismo había heredado del Antiguo
Testamento"

En efecto, la comunidad judeo cristiana ," una comunidad
autónoma de creyentes cristianos profundamente arraigada
en la fe bíblica y sinceramente solidaria con los destinos
del pueblo elegidos de Israel" es la que define el perfil del
primer cristianismo (Montserrat Torrents "La Sinagoga Cristiana",
Editorial Trotta, Madrid 2005 ).

Los paganos con una sólida cultura griega, que se
convierten al cristianismo, como Tertuliano, Irineo de Lyon ,
Justino , Minucia Félix y otros, no encuentran en la
filosofía las respuestas que sí encontraron en el
mensaje cristiano, pero naturalmente no pudieron renunciar a su
estructura intelectual y le dieron a la nueva fe una
dimensión que la separaba cada vez más del tronco
del que nació.

El distanciamiento entre el cristianismo judío y
el cristianismo gentil se ahondaba cada vez más. Pronto el
judeo cristianismo se vio envuelto entre el rechazo judío
que los consideraba una apostasía y el hostigamiento de la
nueva iglesia, que los consideraba herejes. Los Padres de la
Iglesia, llegados desde el mundo helénico al cristianismo
plantearon cómo tema central la doctrina de la
sustitución; la iglesia de las naciones sustituye a la
sinagoga que ha rechazado a Cristo. En "Adversus Judaeos" del
pseudo Cipriano, una homilía latina de fines del siglo II,
recuerda los beneficios que Dios ha concedido a los
judíos, pero ellos no han sido fieles. Por ello Dios ha
roto la Alianza que había establecido con ellos y ha
establecido una nueva alianza con los paganos. Sin embargo la
posibilidad de conversión sigue abierta para los
judíos, pero mientras tanto éstos son despojados a
la vez de su herencia temporal y espiritual" ( Jean Danielou "Los
orígenes del cristianismo latino" Ediciones Cristiandad,
Madrid 2006)

Tertuliano a su vez combate al judeo cristianismo con el
propósito de desprender al cristianismo de sus atavismos
judíos y concederle título de nobleza a la
tradición latina. Esta reacción de Tertuliano no se
comprende sino en el marco de la gran influencia que tenía
el judeo cristianismo en su Cartago natal. Tertuliano
pretendió, cómo se dijo, separar el mensaje
cristiano de su revestimiento judío y evitar que el
cristianismo se prestara a la crítica de los paganos por
los aspectos místicos que presentaba su versión
cristiano judía (Danielou, obra citada).

Irineo de Lyon se refiere brevemente a los judeo
cristianos en su "Adversus Haereses" (Contra los Herejes)
diciendo: "Los llamados ebionitas admiten ciertamente que el
mundo ha sido creado por el verdadero Dios, pero en lo
concerniente al Señor profesan las mismas doctrinas que
Cerinto y Carpócrates. Utilizan únicamente el
evangelio según Mateo y rechazan al apóstol Pablo
acusándolo de apostatar de la ley. Se aplican con gran
minuciosidad a exponer las profecías. Se circuncidan y
preservan en las costumbres propias de la ley y en el modo de
vida judío hasta el punto de venerar a Jerusalén
puesto que la consideran la casa de Dios".

Justino mártir, uno de los primero Padres
Apologistas, pagano de cultura griega, convertido al
cristianismo, escribe en el "Diálogo con el judío
Trifón" sobre el problema de la salvación a
propósito de una pregunta que le formula éste
último, si hay salvación para quien quiere guardar
la ley mosaica pero reconociendo que Jesús es el Cristo,
creyéndole y obedeciéndole. Justino le contesta:
"Yo no convengo con ellos, que si por la flaqueza de su
inteligencia siguen aún guardando lo que les es posible la
ley de Moisés, aquello que sabemos fue ordenado por la
dureza de corazón del pueblo, cómo juntamente con
ello esperan en Cristo, y quieren guardar lo que eterna y
naturalmente es justo y piadoso .deciden convivir con los
cristianos y creyentes y no intenten, como dije, persuadir a los
demás de circuncidarse como ellos, y a guardar el
sábado y prescripciones de la ley. Estoy con los que
afirman que se les debe recibir y tener con ellos comunión
en todo cómo hombres de nuestro Señor y hermanos en
la fe. Aquellos ¡ oh Trifón, de vuestra raza que
dicen creer en Cristo pero pretenden obligar a todo trance a los
que han creído en Él de todas las naciones, a vivir
conforme a la ley de Moisés, o no se deciden a convivir
con estos, a éstos digo, tampoco yo los acepto como
cristianos"

Los judeo cristianos pervivieron hasta el siglo IV. No
pudieron resistir el embate de la ortodoxia triunfante en el seno
del cristianismo ni el rechazo y la condena del judaísmo,
de lo cual hay huellas el el Talmud. Según Dubnow, Para
evitar la influencia del judeo cristianismo entre los
judíos fieles, porque también entre éstos
últimos había palidecido la idea del Mesías
político, se impuso en la época del Patriarca
Gamaliel II una oración especial referente a los
"mínim" (sectas), oración que se habría
incorporado al shmoné esré, las dieciocho
oraciones, que un judío piadoso, aún hoy, reza todo
los días, y que seguramente comenzaba con éstas
palabras " y para los minim no haya esperanza". El texto actual,
que se modificó en el medioevo, dice así: "Y no
haya esperanzas para los difamadores" (Simón Dubnow, obra
citada Tomo III-pags. 53 y ss.)

David Flússer, evocando a los judeo cristianos
con especial benevolencia, dice: "¿ Tenían entonces
razón las diversas sectas judeo cristianas al pensar que
viviendo al estilo judío seguían la voluntad de
Jesús? A pesar de que la Sinagoga los consideró
herejes y la Gran Iglesia los consideró extraviados, estos
judíos continuaron viviendo con la firme convicción
de ser ellos los únicos que realmente custodiaban la
herencia de su maestro y, por consiguiente los únicos
también que había captado el verdadero significado
del judaísmo. Por eso, rebasados por la historia, poco a
poco la predicación de Jesús se convirtió
entre ellos en una rígida caricatura apologética.
Todavía en el siglo X los encontramos en los alrededores
de Mosul , muy solos en su fidelidad sobrehumana".

El
abismo

Después de su victoria sobre Licinus, su
último adversario en el año 324 d.c., y ya
reconocido el cristianismo como religión oficial, el
emperador Constantino se hizo dueño absoluto de Roma.
Lograda la unificación del imperio el emperador
trató de hacer lo mismo con el cristianismo. Para lograrlo
convocó a un concilio, que se realizó en la ciudad
de Nicea. Según Eusebio de Cesárea se reunieron
allí "los más distinguidos ministros de Dios de
Europa, Libia ( África) y Asia" La cuestión central
que tenía que discutir el Concilio era la controversia
arriana. Ya fue reseñado el contenido del credo niceano,
sólo cabría agregar que el propósito de esa
fórmula fue excluir toda doctrina que pretendiera que el
Verbo era en algún sentido una criatura. Lo que fue en el
período proto-ortodoxo un distanciamiento con el
judaísmo, se transformó a partir del siglo IV en un
abismo solo atravesado por el odio.

Mientras el pueblo judío trataba de reconstruirse
luego de la catástrofe de los años 70-71 que
dejó en ruinas a Judea y destruido su templo y mas
adelante el fracaso de la sublevación de Bar Kojva contra
los romanos (135) se iba produciendo una mutación cultural
que respondía precisamente a la destrucción de su
soberanía territorial y con ella sus festividades, ligadas
a los ciclos naturales de su tierra, y su liturgia
ancestral.

De los escombros y los miles de muertos de Judea,
emergió un nuevo judaísmo cultivado desde tiempo
atrás por los sabios de Iavne (Jamnia) con las semillas
que sembraron los fariseos. En adelante los judíos
convertirían a la Torá (la Ley) en su nueva tierra,
y las ofrendas a Yahvé, en plegarias. La Mishná,
sobre la cual hablaremos mas adelante, hace referencias al rol
que comienza a adquirir la Torá en la vida judía.
Rabí Meir uno de los más eminentes legistas de
Yabne, decía: " Todo aquél que se ocupa de la
Torá por su propio valor se hace merecedor de muchas
cosas, pero no sólo esto, sino que mundo entero
sería digno de estar sólo para él. El es
llamado amigo, amado, ama a Dios, ama a las criaturas, alegra a
Dios, alegra a las criaturas; lo reviste de humildad y de temor;
lo hace apto para ser justo, piadoso, recto, fiel; lo aleja del
pecado; lo acerca al merecimiento; de él se puede recabar
consejo y prudencia, sabiduría y fortaleza, tal como
está escrito: "Mío es el consejo y la inteligencia,
mía es La sabiduría, mía la fuerza"
(Proverbios 8-4). ( Mishná; Pirque Abot (Padres), Cap.
VI)

Debo hacer a esta altura una especie de contrapunto
entre las concepciones de los sabios y doctores de ambos credos
para entender el significado del término abismo que
utilizo en este apartado. Lo que fue una lucha heroica de un
pueblo contra su opresor, en defensa de su soberanía
territorial y su libertad religiosa, para San Agustín se
transforma en acontecimiento teológico . En el Libro
Décimo octavo, capítulo XLVI de su obra "La Ciudad
de Dios" dice: "—-nació Cristo en Belén de
Judá, hombre manifiesto, de madre Virgen; Dios oculto de
Dios padre. Porque así lo dijo el profeta: "Una virgen
concebirá en su vientre, parirá un hijo y se
llamará Emmanuel" que quiere decir Dios es con
nosotros…..Pero los judíos que le dieron afrentosa
y cruel muerte, y no quisieron creer en Él, ni
convenía que así muriese y resucitase, destruidos
miserablemente por los romanos, fueron del todo arrancados,
expelidos y desterrados de su reino, donde vivían ya bajo
el dominio de los extranjeros; esparcidos y desparramados por
todo el mundo: y con sus escrituras nos dan fe y constante
testimonio de que no hemos fingido las profecías que
hablan de Cristo….. Y por eso, como no dan asenso a
nuestras Escrituras, se van cumpliendo en ellas las suyas, las
cuales leen a ciegas, y sin la debida
meditación….Mostró pues Dios a la Iglesia,
en sus enemigos los judíos, la gracia de su misericordia,
pues como declara el Apóstol: "La caída de ellos
fue ocasión que proporcionó la salvación a
la gente". Y por eso no los acabó de matar, es decir no
destruyó en ellos lo que tienen de judíos, auque
quedaron sojuzgados y oprimidos por los romanos, para que no
olvidasen la ley de Dios y pudieran servir para el testimonio de
que tratamos…."

Volviendo a la gran tarea emprendida por el pueblo
judío. Para enfrentar la nueva situación
histórica y continuar su herencia milenaria fueron creando
una valla a la Torá tratando de conservar cada uno de sus
mandatos, cada una de sus palabras, pero adecuándolos a
las nuevas condiciones de vida. La tradición oral fue el
instrumento que permitió ese pasaje. La Torá she
beal pé, la ley oral, representó en el renovado
judaísmo un principio capital. Dios no ha concluído
su alianza con Israel, dice el adagio talmúdico, sino
gracias a la ley oral. En el momento mismo de la
revelación Dios le entregó a Moisés los
mandamientos con su respectiva interpretación. La misma
fue pasada oralmente de generación en generación
hasta que en el siglo II es codificada y así nace la
Mishná, y con ella el judaísmo rabinico, el
judaismo legal.

Esta idea de la ley oral, es decir, del diálogo
entre las generaciones, de renovación perpetua de
significados, es el muro que protege al judaísmo de todo
autoritarismo dogmático. Todo hombre es intérprete,
todo lector es exégeta. (Jaime Barylko "El
Talmud")

La Torá escrita sólo queda completa con la
oral; la voz de Dios habla a través de la disputa de
interpretaciones de los entendidos en las Escrituras de todas las
generaciones, hasta el último día. La
revelación se considera más bien al proceso mismo
de la tradición; la revelación se ve remitida al
comentario creador. (Jürgen Habermas "Perfiles
filosófico- políticos" capítulo dedicado a
Gershom Sholem)

En el Tratado Abot (padres) de la Mishná se cita
a Yojanán ben Zakay , quien solía decir:" si
estudiaste mucho Torá , no lo tomes como mérito,
porque para eso fuiste creado". La ley oral, como ya se
indicó fue codificada en la Mishná y sobre esta
codificación, los amoraítas (maestros) continuaron
la profundización del estudio de la ley conformando la
Guemará.

La integración total de ese universo de
conocimientos, leyes, normas éticas, aforismos y
sentencias se articuló la redacción del Talmud de
Jerusalén (siglo IV) y el Talmud de Babilonia (siglo
VI)

Sobre ese firme sostén espiritual
transcurrió la vida judía durante los siglos
siguientes, no sin sufrir fuertes tensiones internas, y sobre
todo la marginación, el desprecio y la persecución
física por parte de la Iglesia Católica desde su
centro romano o los reinos donde ésta era la iglesia
dominante.

En la conciencia del cristiano fue penetrando la
convicción que la lucha contra el demonio era asimilable a
la lucha contra el judío. Pero esa conciencia no
nacía "ex nihilo" sino de la enseñanza que
partía desde los púlpitos o de los predicadores
errantes.

En el año 438 se sancionó el Código
de Teodosio II, un cuerpo de leyes imperiales. Fue en ese
código donde por primera vez la inferioridad civil de los
judíos adquirió estado legal.

El papa Inocencio III (1198-1216)
estableció gradualmente la política
antijudía en sus misivas a los obispos y gobernantes de
Europa. Al confirmar una bula de sus antecesores por la que se
prohibía los actos de violencia contra los judíos,
escribía en la introducción: "Aunque la perfidia de
los judíos merece ser señalada de todas las
maneras, los fieles, sin embargo, no han de oprimirlos demasiado,
pues por ellos se demuestra la verdad de nuestra
religión". En una misiva al conde de Never, a quien
Inocencio III reprocha ser demasiado bondadoso con los
judíos (1208), el papa escribía "Los judíos
están condenados, como el fratricida Caín, a vagar
por la tierra, cual fugitivos y vagabundos; sus rostros han de
estar cubiertos de vergüenza. Los gobernantes cristianos de
ningún modo han de protegerlos, sino que han de darle en
esclavitud" (Simón Dubnow-obra citada- Tomo V)

Esta visión de los judíos
permaneció inalterable por siglos. Tomás de Aquino,
pocos años después sostenía que" los
judíos como consecuencia de su pecado, fueron destinados a
la esclavitud perpetua: por ende los Estados soberanos pueden
tratar sus bienes como su propia propiedad, con la única
previsión de no de lo necesario para mantenerse
vivos"

Por bulas papales se exigió a los judíos a
usar señales especiales como un redondel pecado sobre su
pecho, o un gorro puntiagudo para distinguirlos de los
cristianos. Desde el año 1348 se abatió sobre
Europa una terrible peste, que diezmó aproximadamente dos
tercios de su población. Los indescriptibles padecimientos
sufridos y el hecho de que los judíos por sus
hábitos de pureza alimentaria y cuidados en su higiene,
murieran en mucha menor cantidad que el resto de la
población, dispararon la acusación de que los
judíos habían envenenado las fuentes de agua en una
perversa conspiración anticristiana.

En el siglo XV, se llegó a la aniquilación
casi completa de los judíos de Renania y en el sur de
Alemania.

Sólo he encontrado una expresa condena a
Jesús y su mensaje, formulada por el más grande
sabio y filósofo judío, Rabí Moshe ben
Maimón (Rambam), más conocido en el mundo como
Maimónides. En una carta a los judíos del Yemen,
escrita probablemente en 1172, cuando residía en El Cairo,
en respuesta al pedido de opinión que le hace Rabí
Yacov, Guía Espiritual y Maestro de la comunidad
Judía del Yemen,sobre la aparición de un
judío que se proclama el Mesías, hijo de David,
Maimónides escribe: "Ahora hermanos, prestad oídos
y escuchad lo que voy a proponeros, enseñadlo a vuestros
hijos y a vuestras mujeres……Debéis saber que
ésta es la Torá del Señor, verdadera, la que
nos fue dada por medio del Señor de todos los profetas,
tanto de los anteriores como de los posteriores, que por
ésta Torá nos diferenció el creador de los
restantes hombres…no porque nos lo mereciéramos
sino por la misericordia del Creador. Se apiadó de
nosotros por su bondad, gracias a las buenas obras de nuestros
padres en el conocimiento del Creador y en sus servicios,
según se dice: "No por ser más numerosos que los
demás pueblos se ha prendado de vosotros el
Señor…" (Deut. 7-7,8) y porque el Creador nos
distinguió con sus leyes y preceptos. Después de
enumerar todos los intentos de distintas naciones para destruir a
Israel y su Ley, dice Maimónides: "Desde que se nos
entregó la Torá hasta el momento presente, no
podrás encontrar ninguna época en que no nos domine
u oprima con brutalidad y violencia algún rey
idólatra…….Posteriormente surgió un
grupo diferente….que le pareció aconsejable
destruir a nuestra nación de otra forma, es decir urdiendo
un plan para darse a conocer en nombre de la profecía,
renovar la religión sin tener en cuenta la Torá del
Señor y anunciar a las muchedumbres que las dos leyes
procedían del Señor….El primero en tramar
tales cosas fue Jesus de Nazaret. Pertenecía a Israel.
Aquellos que se desviaron dijeron de él que había
sido enviado por el Creador para dar sentido a los pasajes
dudosos de la Torá y que él era el Mesías
que había anunciado el Creador por medio de todos sus
profetas. Él, siguiendo con el plan que se había
trazado, cambió el significado de la Torá,
dándole una interpretación que comportaba la
anulación de toda la religión, la abolición
de todos sus preceptos y la eliminación de todas sus
admoniciones….Largo tiempo después surgió
una religión relacionada con él, entre los hijos de
Esaú, pero esta no había sido su intención
ni lo que él habría querido; no consiguió
dañar a Israel, no suscitó en ellos duda
alguna…" (Moshé Ben Maimón-
Maimónides "Sobre el Mesías- Carta a los
Judíos del Yemen; Sobre Astrología– Carta a los
Judíos de Montpellier" Biblioteca Nueva Sefarad.
Riopiedras Ediciones. Barcelona").

Este abismo continuó por siglos. La tremenda
catástrofe sufrida por los judíos españoles
en 1492 con el edicto que los expulsa de España
después de mil años de vivir en sus reinos, de
donde surgieron sus más eminentes pensadores poetas y
filósofos como Maimónides, Leví ben Gerson,
(Gersónida), Moisés de Narbona, Ibn Gabirol, ibn
Ezra, Iheuda Haleví, creadores de corrientes
cabalísticas como el catalán Abraham Abulafia y
muchos otros. Este colapso del judaísmo español
influyó grandemente en el espíritu judío
necesitado de esperanza y consuelo.

No muchos años después del éxodo
español, el misticismo y la expectativa mesiánica
vuelven a renacer a través de la cábala luriana. En
el mundo de ideas de Irzjak Luria, quizá el más
encumbrado exponente del misticismo judío, (siglo XVI) ,
su concepción del tsimtsum, como auto contracción
de Dios para crear un espacio primordial para su creación
funda una nueva teodicea, respecto al nacimiento del mal. Con
Luria , como señala Gershom Sholem ( "Las grandes
tendencia de la mística judía"), la cábala
deja de ser una doctrina esotérica para convertirse en una
doctrina popular. Por otra parte, la llegada del Mesías no
significa otra cosa para Luria que la firma debajo del documento
que escribimos nosotros mismos. En otras palabras, toda obra de
bien, todo acto que devuelva al hombre a los caminos de Dios,
apuraran el advenimiento del Mesías.

Y la historia judía continuó, con sus
contradicciones, sus bajezas, sus elevaciones, sus sacrificios y
sus vacilaciones, sus fidelidades y sus abandonos.

Pero también continuó vivo el inextirpable
odio antijudío, devenido con sutileza en antisemitismo y
luego con reservas semánticas en antisionismo.

El 19 y 20 de abril de 1903 ser produjeron en
Kísheniev, Rusia, salvajes progroms en los que fueron
asesinados con saña 49 judíos, entre ellos
niños, las mujeres fueron violadas y saqueados sus
hogares. Jaim Najman Bialik, considerado el mas eminente poeta
judío de los siglos, traductor del Quijote al hebreo,
escribió conmovido por el suceso, escribió un
estremecedor poema: "La ciudad de la matanza" y dice:
¡Verdugo! He aquí el cuello! Toma! Corta!
Mátame como un perro, con el hacha que aferra tu mano, que
un patíbulo es para mi la tierra. ¡Corta! Que
nuestra sangre poco importa. ¡Nuestro número es
breve, y la sangre vertida del lactante te salpique, y la mancha
de sangre no se borre de tu vida" "Si existe justicia, que de
inmediato surja una señal" Y quien grite ¡Venganza!
sea maldito, que venganza a la sangre de un pequeño no la
puede inventar ni Satán, por más empeño. Y
así hendirá la sangre el abismo infinito,
así hendirá el abismo que negrura encierra, y
comerá las sombras y roerá los cimientos de la
tierra".

Este prologado sufrimiento llevó a Levinas a
formular algunas reflexiones sobre el sentir judío. Es
característico de la religiosidad de Israel el sentimiento
de su destino, su historia- la Pasión de Israel, desde la
esclavitud en Egipto hasta Auschwitz en Polonia, es el encuentro
entre el hombre y el Absoluto y de su fidelidad. Cumplimiento de
las prescripciones y de las prohibiciones de la Torá,
estudio de esa Torá, según las perspectivas
abiertas del Talmud, la vida entera se vuelve liturgia y culto en
el marco del cual el estudio representa un valor eminente. El
pueblo judío, en su inmensa mayoría, no practica
hoy en día ese integrismo. Sus creencias, sus
símbolos, sus prácticas y sus textos se han
transformado en contenidos culturales: estilo de vida,
costumbres, literatura. Una serie de vagos recuerdos, a algunas
palabras que ya han perdido su sentido original. Pero en horas
cruciales para el destino judío-signado hoy en día
por las llamas del holocausto, en esas horas cruciales, esos
vestigios pueden aún llenarse de un sentido que los
desborda, y ello incluso frente a quienes han perdido contacto
todo contacto socialmente significativo con el pueblo
judío y su cultura. (Emmanuel Levinas: ob.
citada)

La historia del pueblo judío, como hemos visto,
revela ciertamente que Israel no se ha detenido en su
evolución, ni ha quedado como una planta sin flor, como
una raíz inmóvil y reducida al papel de testigo de
la nueva alianza, como sostuvo equívocamente Jean
Guitton.

El
diálogo

Jules Isaac, ilustre promotor y actor del diálogo
judeo cristiano escribió en la presentación de su
libro "La enseñanza del desprecio" (Editado por
Paidós en 1966 con el título "Las raíces
cristianas del antisemitismo") que " Suele citarse esta sentencia
de Jesús, que figura en el IV Evangelio " En la casa de mi
padre hay muchas moradas" (Juan XIV, 2). Yo temo que haya muchas
más en la casa de Satanás. Aunque sólo sea
para alojar las mil especies de antisemitismo, la más
virulenta de las cuales es aparentemente en nuestros días
el antisemitismo racista de tipo hitlerista.
¿Tendré que excusarme pues, si continúo
luchando para desentrañar, y si es posible, extirpar, las
raíces cristianas del antisemitismo? No, pues estas son, a
mi juicio las más profundas. Sería preferible-me
dicen- hacer una obra positiva; en lugar de incriminar la
enseñanza del desprecio, instauremos la enseñanza
de la estima. Pero un debe ir acompañada de la otra. Es
imposible combatir la enseñanza del desprecio y sus
supervivencias actuales sin fundar al mismo tiempo, la
enseñanza de la estima; y recíprocamente, es
imposible instaurar la enseñanza de la estima sin destruir
las múltiples supervivencias de la enseñanza del
desprecio. Los objetivos son inseparables. No se edifica la
verdad sobre el error. Una obra de purificación nunca es
una obra negativa. Y desde éste, nuestro punto de vista,
es un postulado esencial que nos cansaremos de proponer a todos
los corazones cristianos."

Esto fue un llamado a la conciencia cristiana para que
cesara de esparcir el veneno antijudío en las mentes de
sus fieles. Este llamado tuvo eco, como veremos, en el Papa Juan
XXIII y muchos otros prelados de la Iglesia Católica, que
en principio dieron el primer paso para revisar su historia
respecto a las otras religiones y en particular las relaciones
con los judíos. El Concilio Vaticano y la
declaración Nostra Aetate (1965), marcaron el inicio del
diálogo judeo cristiano. La ya famosa declaración
de la Iglesia manifiesta- entre otras importantes cuestiones-
que: "La Iglesia, junto con los profetas y el Apóstol
espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos
los pueblos invocarán al Señor con una sola voz y
"le servirán como un solo hombre". Recordemos al respecto
el sueño de Isaías, cuando ve confluir a la Casa de
Dios a todas las naciones y acudir a pueblos numerosos para decir
"que Él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos
sus senderos" (Isaías 2). También dice Nostra
Aetate que "la Iglesia reprueba cualquier persecución
contra los hombres, consciente del patrimonio común con
los judíos, e impulsada no por razones políticas
sino por la religiosa caridad evangélica, deplora los
odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de
cualquier tiempo y persona contra los judíos. Por
último remite al pueblo judío de la
detracción de pueblo deicida.

Debemos señalar sin embargo, en justo homenaje a
quienes lo convocaron y asistieron, que en 1947,65 judíos
y cristianos de 19 países se reunieron en Seelisberg,
Suiza, y unidos expresaron el profundo dolor por el holocausto y
su propósito de luchar contra el antisemitismo y fomentar
relaciones más fuertes entre judíos y
cristianos.

Auschwitz, todavía no era conocido en todo su
horror, recién en los años setenta del siglo pasado
comenzó tímidamente a hablarse de la masacre de
millones de seres humanos entre ellos seis millones de
judíos, aproximadamente dos tercios de los judíos
europeos. Monstruosidades ha habido muchas a lo largo de la
historia, aún después de la Shoá, pero la
singularidad de Auschwitz, como su símbolo más
siniestro, fue que el judeocidio no fue una erupción de
violencia bruta, ni un producto demoníaco, sino una
masacre perpetrada mediante un sistema planificado de
producción industrial de muerte. Un engranaje creado por
una minoría de arquitectos del crimen, puesto en
práctica por una masa de ejecutores a veces afanosos otras
inconsciente, en medio de la silenciosa indiferencia de la gran
mayoría de la población alemana, la complicidad de
Europa y la pasividad del mundo (Ver Enzo Traverso, "La violencia
nazi. Una genealogía europea" Fondo de Cultura
Económica, Buenos Aires 2002)

La eufemísticamente llamada solución final
tuvo cómo propósito exclusivo borrar de la tierra a
los judíos, una remodelación biológica de la
humanidad, en otras palabras "Decidir quién debía
vivir y quién no debía habitar el
planeta"

Pero el rabioso y demencial antisemitismo nazi, no es un
producto de su exclusiva creación, en la Europa
evangelizada durante los últimos dos milenios el
antisemitismo nazi encontró tierra fértil para su
prédica destructiva. Francia, Polonia, Ucrania, Croacia,
Lituania , Letonia , Rusia y la propia Alemania se encontraban
intoxicadas de antijudaísmo. No fue casual que las
fábricas de muerte como Auschwitz, Treblinka, Maidanek,
Sobibor fueran instalados en territorio polaco o el campo de
Janówska en Ucrania. La enseñanza del desprecio, la
imputación de pueblo deicida, la humillación y el
castigo por haber rechazado y crucificado a Cristo estaba
profundamente arraigada en la mente de los cristianos de Europa.
En el año 1543, casi al final de su vida, escribió
Lutero "Sobre los judíos y sus mentiras". Este denigrante
libelo concluye con una serie de recomendaciones que
cuatrocientos años después el nazismo hizo
efectivas, como anticipo del genocidio posterior. Aconsejo
Lutero: "Quemen las sinagogas y escuelas judías para
honrar a Dios y a la cristiandad, para que Dios vea que no
permitimos que su hijo y sus cristianos sean blasfemados;
Destruyan las casas de los judíos y colóquenlos
juntos bajo un techo, como se hizo con los gitanos para que sepan
que en nuestro país ellos no son los amos; Retiren el
Talmud y sus libros de oraciones que les enseñan estas
mentiras y blasfemias; Prohíban que los rabinos
enseñen; Limiten la movilidad de los judíos, ellos
deben permanecer en sus casas; Los judíos son
absolutamente malos, dañinos y llenos de veneno
trasfundido por el diablo y han sido nuestra plaga, pestilencia y
desgracia durante 1400 años. "El veredicto de Cristo sobre
ellos se ha hecho realidad: son una cría de víboras
y los niños del diablo"(Reinhard Boetteher "El
antijudaísmo de Lutero" del libro "Holocausto-Shoá"
Editorial Claretiana, Buenos Aires, 2007)

En esos años sombríos cuando millones de
judíos, jóvenes, ancianos y niños son
gaseados y sus cuerpos transformados en humo y ceniza, ante el
silencio y en algunos casos la complicidad de las iglesias, se
produce de algún modo una bancarrota teológica. La
política primó sobre la misericordia y el silencio,
sobre la caridad. Donde debió haber un clamor que
conmoviera al mundo, hubo sólo cálculo.

Sin embargo hubo hombres y mujeres católicos y
protestantes que arriesgaron sus vidas y las de sus hijos
ayudando, protegiendo y salvando a judíos de una muerte
segura. Son los justos entre las naciones, los que representaron
con su ejemplo el mensaje evangélico, hoy reconocidos y
recordados por siempre por el pueblo judío.

Metz, eminente teólogo alemán sostuvo que
con Auschwitz y con lo que Auschwitz representa, la
catástrofe de la humanidad ha adquirido unas dimensiones
que dieron lugar a una moratoria del lenguaje, no hubo ni hay
palabras que la puedan expresar. Agrega que después de
mucho tiempo comprendió que esa masacre demencial fue un
atentado contra todo lo que habría que ser sagrado para
los cristianos. (Ver "Esperar a pesar de todo" Conversaciones con
Johann Baptist Metz y Elie Wiesel".Editorial Trotta). En esas
conversaciones hay una reflexión del escritor y pensador
judío Wiesel cuya franqueza y claridad debe ser tenida en
cuenta para comprender el sentimiento de muchos judíos
respecto al cristianismo y su indiferencia por el inexcusable e
imperativo diálogo entre ambas comunidades. Dice Wiesel a
su interlocutor: "La cruz es para usted un símbolo de amor
y compasión. Para mi pueblo, no. Pues ha habido tiempos-
no hoy, naturalmente- en que para mi pueblo la cruz
simbolizó, más aún, encarnó el
sufrimiento y la crueldad".

Pero a pesar de la memoria del escarnio y del
inocultable antijudaísmo cristiano el diálogo
debía avanzar a través del reciproco conocimiento y
la necesidad de descubrirse necesarios unos a otros, reconociendo
su matriz común.

"En primer lugar debemos reconocer espiritualmente el
don de Dios a Israel puesto que eso forma parte de nuestra fe",
dijo el ya fallecido arzobispo de París, Cardenal Jean
Marie Lustiger ("La Promesa" Ediciones Cristiandad, Madrid),
agregando: "No podemos ser cristianos, discípulos de
Cristo, si no reconocemos ese don que Dios ha otorgado en forma
irrevocable. Tal vez sea una gracia de nuestra época que
tras dos mil años de desgarramiento nunca curado del
cuerpo de Cristo, surja hoy esa toma de conciencia en el mismo
momento en que la iglesia empieza a reconocer sus pecados. El
antisemitismo cristiano está bien vivo. Ese odio revela
algo de la pasión de Cristo. La imagen de Cristo
así invertida se vuelve intolerable. Cristo es
irreconocible cuando quienes llevan su nombre dan de Él
una imagen opuesta, cuando es desfigurado por los mismos que lo
reivindican".

El Papa Juan Pablo II encara el acercamiento con audacia
y respeto, a pesar de las contradicciones. Su experiencia de vida
lo preparó para ello. Conocía la condición
judía. Había tenido vecinos, condiscípulos,
amigos judíos. Sus costumbres le eran familiares, como
también su memoria de las persecuciones. Había
visto el aniquilamiento de los judíos. Fue obligado a
trabajos forzados a 70 kms. De Auschwitz. Fue el primer Papa que
conoció por experiencia directa el mundo hoy desaparecido
de las comunidades judías de Europa Central.

Sus palabras en la gran Sinagoga de Roma el 13 de abril
de 1986 marcaron una clara línea divisoria en el proceso
dialógico. Dijo Juan Pablo II en esa ocasión: "La
religión judía no nos es extrínseca, sino,
en cierto sentido es intrínseca a nuestra religión.
Tenemos pues con ella un vínculo que no tenemos con
ninguna otra religión. Vosotros sois nuestros hermanos
preferidos, y, podría decirse, nuestros hermanos
mayores"

Pero el veneno antijudío sigue habitando en
muchas conciencias cristianas. Y no me refiero a aquellos que
chapotean en el lodo del prejuicio porque es lo único que
conocen y lo único que da sentido a sus vidas, sino a
reconocidos pensadores cristianos como el historiador
católico y miembro de la Academia Francesa, Daniel Rops,
quien fuera amigo y colega de Jules Isaac. En 1946 poco
después de la finalización de la guerra, y aunque
todavía no conocido todo el horror de las fábricas
de muerte, sí sabía sobre el asesinato de millones
de judíos, Rops publicó su libro "Jesús en
su época". En el escribe: "…Por qué
misteriosa ley de reversión y de similitud, esos ultrajes
y esas persecuciones se abate desde hace veinte siglos sobre la
raza que, más que los feroces soldados, más que
Pilatos, atrajo sobre sí ese oprobio, y que
reclamó, como un honor, la responsabilidad de la sangre
que iba a derramarse….Dios, en su justicia, accedió
a éste último deseo del pueblo que había
sido su elegido (Recaiga su sangre sobre nosotros y nuestros
hijos). A lo largo de los siglos en todas las tierras por donde
se dispersó la raza judía, vuelve a caer la sangre
y el grito de muerte lanzado en el pretorio de Pilatos….El
rostro de Israel perseguido llena la historia, pero no puede
hacer olvidar aquel otro rostro manchado de sangre y salivazos
del cual el pueblo judío no tuvo piedad….No estaba
en poder de Israel, sin duda, no matar a su Dios después
de haberlo desconocido, y, como la sangre llama misteriosamente a
la sangre, quizá tampoco esté en poder de la
caridad cristiana impedir que el horror del progrom compense, en
el equlibrio secreto de la voluntad divina, el insondable horror
de la crucifixión…"(Jules Isaac, ob. cit.).
Pensamientos monstruosos, sencillamente monstruoso.

Cuanta distancia hay entre esa aberración
intelectual y las inspiradas palabras del Cardenal Roger
Etchegaray, pronunciadas el 8 de setiembre de 1997, en
ocasión de un coloquio organizado por el International
Council of Christians and Jews."¿ Que representa para
mí, cristiano, esta permanente interpelación que
representa el judío? ¿ Que significa para mi
Iglesia este pueblo judío que sigue mostrando el Antiguo
Testamento en una época que, según yo creía,
se había transformado definitivamente en el tiempo del
Nuevo Testamento? Ante mi conciencia cristiana confrontada con
ese rostro judío que hasta hoy hemos disimulado, incluso
desfigurado, con esta Sinagoga a la que hemos llegado a vendar
los ojos, aparece este profundo misterio que es al mismo tiempo
un gigantesco desafío….Frente al "ya" de la Iglesia
Israel es el testigo del "todavía no", de un tiempo
mesiánico no plenamente cumplido….Dicho de otro
modo: para la Iglesia la perennidad de Israel no es solamente un
problema de relaciones exteriores que debe llevar adelante, sino
un problema interior que debe profundizar y que atañe a su
propio ser. El camino que estamos emprendiendo es cuesta arriba,
todavía ha sido poco explorado en exégesis y en
teología, pero es en ese sentido que debemos avanzar. De
lo contrario el diálogo entre judíos y cristianos
seguirá siendo superficial, limitado y lleno de
restricciones mentales…Es en mi propia experiencia
espiritual ante Cristo, donde busco medir y comprender que me
separa del judío, sin pensar jamás, sin embargo, en
considerar al judío un "cristiano en potencia".

Entiendo que en estas profundas reflexiones del Cardenal
Etchegaray se encuentra el meollo del diálogo judeo
cristiano. Convivir entre el "ya" cristiano y el "todavía
no" judío es la dura tarea que espera a judíos y
cristianos. Pero como sostuve al principio esa convivencia exige
extirpar los arraigados prejuicios acumulados durante dos
milenios y esa tarea debe ser encarada en las escuelas en los
púlpitos y en las sinagogas. Siempre quedarán
bolsones de integristas que no pueden salir de sus pensamientos
ya cristalizados. Einstein solía decir que era más
fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. Esa
dura desintegración es la tarea más urgente y
necesaria. Sobre todo lograr que esa comprensión se filtre
tanto en forma vertical.

Me gustaría terminar esta nota con la cita que
hace el Cardenal Etchegaray del gran poeta judío Edmond
Fleg en "Escucha Israel" (Shemá Israel):

Tú que Él venga y tú que
Él vuelva;

Pero es la misma paz la que
pedís

Y lustras dos manos, sea que venga o que
vuelva,

En el mismo amor Le tendréis!

¿Qué importa pues? De una u otra
orilla

¡Haced que Él llegue!

¡ Haced que Él llegue!

 

 

Autor:

Marcos Cynowiec

 

Partes: 1, 2
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